Al parpadear la luz de la linterna, la cueva cobró vida ante los ojos de Albert. No era una caverna cualquiera: era un túnel, inconfundiblemente modelado por manos humanas. Al darse cuenta, sintió un estremecimiento: estaba en una estructura hecha por el hombre, oculta bajo la superficie. Las preguntas se agolparon en su mente: ¿Quién había creado este pasadizo y con qué propósito? Las paredes mostraban las inconfundibles marcas de las herramientas, y cada surco era un testimonio de esfuerzo e intención. Intrigado y decidido, Albert no veía la hora de profundizar en el misterio.
Una revelación hecha por el hombre
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El camino del lobo
El lobo avanzó con una confianza inquebrantable, recorriendo el túnel sin esfuerzo. Cada paso era deliberado, evitando cuidadosamente los agujeros y las zonas resbaladizas, como si ya hubiera recorrido este camino innumerables veces. Albert le seguía de cerca, hipnotizado por la aparente familiaridad de la criatura con el pasadizo. Los movimientos seguros del lobo no hicieron más que aumentar la curiosidad de Albert. ¿Qué relación podía tener aquel enigmático animal con el misterioso túnel?
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