Incomodidad palpable: el silencio de la enfermera.
La enfermera permaneció de pie, con la mirada clavada en el suelo, incómoda, incapaz de actuar. Mis emociones se debatían entre la vergüenza y el enfado mientras yacía allí. “Es bastante dramática”, susurró el ginecólogo, dirigiéndose a la enfermera como si yo fuera invisible. Movió la cabeza, cada gesto estaba lleno de desdén, intensificando mi humillación en aquella habitación fría y distante.

Incomodidad palpable: el silencio de la enfermera.
Partir sola
Irse solo Deseaba desvanecerme, un grito ahogado en mis labios, una furia impotente contra la terrible injusticia que me rodeaba. Me vestí lo más rápido que pude, cada movimiento era un aguijón, un agudo recordatorio del dolor que todos se negaban a ver. Con el alma hecha trizas y un abismo creciendo dentro de mí, avancé por el pasillo, mis pies arrastrándose pesadamente. Nadie parecía notarlo o importarle. Sola en mi ira y desorientación, me fui, con la determinación de hacer algo, o al menos eso anhelaba.

Partir sola
